Eneas y sus tesoros.

Grupo de Eneas con Anquises y Ascanio, terracota, S. I D. C. Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Eneas y Anquises. 1697. Pierre Lapautre. Grupo escultórico inspirado en una obra en cera de Francois Girardon. Museo del Louvre.

 

Todos llevamos, como Eneas, a nuestro padre sobre los hombros.
Débiles aún, su peso nos impide la marcha,
pero luego se vuelve cada vez más liviano,
hasta que un día deja de sentirse
y advertimos que ha muerto.
Entonces lo abandonamos para siempre
en un recodo del camino
y trepamos a los hombros de nuestro hijo.

Horacio Castillo.

El episodio, representado en todos los formatos y en todas las épocas (la más conocida la escultura en mármol de Gian Lorenzo Bernini, expuesta en la Galería Borghese de Roma), muestra como figura central a Eneas, superviviente de la caída de Troya, que lleva sobre la espalda, en los hombros o sentado en el brazo a su anciano padre Anquises. La escena se completa con el hijo de Eneas, Ascanio.

En la guerra de Troya tal como es narrada por Homero, Eneas es más bien un personaje secundario, eclipsado por otros héroes como Aquiles, contra el que llegaría a luchar.

Tiempo después, el poeta Virgilio convertirá a Eneas (y su heroica huida) en protagonista de una dramática epopeya con la que quedaron unidos dos grandes momentos de la Antigüedad: la caída de Troya y la fundación de Roma por uno de sus descendientes (Rómulo).

“… ya percibíamos más claramente el chirrido de las llamas en las murallas, ya nos llegaban más de cerca las ardientes bocanadas del incendio. «Pronto, querido padre», le dije, «súbete sobre mi cuello, yo te llevaré en mis hombros, y esta carga no me será pesada; suceda lo que suceda, común será el peligro, común la salvación para ambos”. Eneida (Virgilio).

Valiente y piadoso Eneas, ¡que llegues a puerto con tu tesoro a salvo!

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