El viaje. Mary Oliver

El verdadero heroismo es ser uno mismo. El poema pertenece al libro El trabajo del sueño. 1986.

…the only thing you could do -determined to save the only life you could save....

Un día finalmente supiste
lo que debías hacer, y empezaste,
aunque las voces a tu alrededor
siguieron gritando
su mal consejo;
aunque la casa entera
empezó a temblar
y sentiste el viejo tirón
en tus tobillos.
«¡Arregla mi vida!»,
gritaba cada una de las voces.
Pero no te detuviste.
Sabías lo que debías hacer,
aunque elviento hurgara
con sus dedos rudos
en los mismísimos cimientos;
aunque su melancolía
fuera terrible.
Era ya lo bastante
tarde, y noche salvaje,
y el camino lleno de ramas
caídas y piedras.
Pero poco a poco
,
mientras dejabas sus voces atrás
las estrellas comenzaron a arder
a través de las sábanas de nubes,
y apareció una nueva voz

que fuiste
reconociendo como propia,
que te hacía compañía
mientras dabas zancadas más y más profundas
hacia el mundo,

decidida a hacer
la única cosa que podías hacer;

decidida a salvar
la única vida que podías salvar.


Bibliografía:

Oliver, Mary (2025). Devociones. Poesía reunida. Lumen. Traducción propia.

Romero solo… León Felipe

León Felipe en la Plaza Mayor de Tábara

ni piedra de una Lonja,
ni piedra de una Audiencia,
ni piedra de un Palacio,
ni piedra de una Iglesia 

Viví dos años en Zamora. Nunca visité Tábara. Ha sido un placer hacerlo ahora. Aquí nació Felipe Camino Galicia de la Rosa, León Felipe, y en la plaza de este pequeño pueblo de la comarca de Aliste una estatua en bronce, obra de Hipólito Pérez Calvo, le recuerda. Leemos tres poemas suyos: Quiero…sueño, Como tú, y Romero solo… El primero pertenece a su libro Llamadme publicano (1950). Los otros dos están incluidos en Versos y oraciones de caminante (1920). En los tres se reivindica al eterno viajero, al per-agrere, a quien cruza siempre por caminos nuevos, como piedra ligera, sin dar opción a que la vida haga callo, sin convertirse en oficiante. Es el poeta que ama la libertad y quisiera verse en el viento; el que, rodando por calzadas y veredas, considera todos los pueblos y todos los cielos suyos. Himno y oración.

No existe un oficio de poeta
Existe una labor oscura y persistente de navegante

Ser en la vida
romero,
romero sólo que cruza
siempre por caminos nuevos;
ser en la vida
romero,
sin más oficio, sin otro nombre
y sin pueblo…
ser en la vida,
romero… romero…
sólo
romero.
Que no hagan callo las cosas
ni en el alma ni en el cuerpo
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero, ligero,
siempre
ligero.
Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos,
para que nunca
recemos
como el sacristán
los rezos,
ni como el cómico

viejo
digamos
los versos.
La mano ociosa es quien tiene
más fino el tacto en los dedos

decía el príncipe Hamlet
viendo

cómo cavaba una fosa
y cantaba al mismo tiempo
un
sepulturero.
No
sabiendo
los oficios
los haremos
con
respeto.
Para enterrar
a los muertos
como
debemos,
cualquiera sirve, cualquiera…
menos un sepulturero.
Un día
todos sabemos
hacer justicia;
tan bien como el rey hebreo,
la hizo
Sancho el escudero
y el villano
Pedro Crespo…
Que no hagan callo las cosas

ni en el alma ni en el cuerpo…
pasar por todo una vez,
una vez solo y ligero, ligero,
siempre
ligero.
Sensibles
a todo viento
y bajo
todos los cielos,

Poetas,
nunca cantemos
la vida
de un mismo pueblo,
ni la flor
de un solo huerto…
Que sean todos
los pueblos
y todos
los huertos nuestros.

Bibliografía:

León Felipe (1974). Llamadme publicano. México. Finisterre editores.

León Felipe (2022). Versos y oraciones de caminante (libro I). Facsímil de la Ed. Instituto de las Españas en los Estados Unidos (Nueva York), 1920. Madrid. Visor.

En tren, dos poemas: Agustín García Calvo y Antonio Pereira

¡Este placer de alejarse!

Materia poética donde la haya, el tren está cargado de significados humanos. Viajar por la vida ligero de equipaje. Vivir el territorio respetándolo. Buscar la aventura cuando importa el camino, y no solo -ni principalmente- el destino. Interesarse por la peripecia humana. Buscar, en fin, en el tren, libertad verdadera, frente a la supuesta libertad personal del coche. Viajemos por ocio o por trabajo, hay muchos motivos para cantarlo y para reivindicarlo: no condenemos el ferrocarril, advertía García Calvo, a la Historia y a los Museos.

Canción 43. Agustín García Calvo.

Aquí se vive: ese tiempo
es nuestro
.

¡Qué bien se está en esta fonda
de la estación
de Medina del Campo!,
uno no sabe ni cómo
ni para qué
ni de dónde ni cuándo.
Un tren que medio dormido
te deja aquí
a las dos o a las cuatro,
a la una y cinco, a las cinco
y veintitrés
o a las tres menos cuarto,
saldrá otro tren a las siete,
quizás a las seis
y cuarenta. Esperamos
sin esperanza ni miedo
y sin saber
muy bien ya qué esperamos.
Aquí se vive: ese tiempo
es nuestro: es
de una edad sin pecado.
Acaso dos cafeteras
nos echen un
chorro negro, uno blanco;
y lentamente en la taza

mojando vas
no sé qué bollo pálido,
si masa vieja o reciente,
y qué más da
si caéis cabizbajos
o alzáis los ojos alerta
sobre este mar
de las tablas de mármol:
al fondo, de talla y roble,
el mostrador,
y discreto el escándalo

de las cucharillas, voces,
ronquido, tan
desvalido: en lo alto,
las lámparas de oro tuerto,
que cada vez
más se van asombrando
de cuánto es su luz inútil:
pues ello es

que (ya ves) por el vano
de puertas y de vidrieras
de par en par
va la aurora montando
a lomos de los silbidos
de tren o tren.
No, no es del trabajo
el tiempo que aquí te sirven,

tampoco del
sueño de su descanso:
le ha sido robado al mundo;
así que tú
aprovéchate, hermano:
pide agua o azucarillo,
y apura bien
hasta el fondo tu vaso.


El pequeño tren. Antonio Pereira.

Te alabo, breve tren irrelevante,
…y canto tu belleza subsidiaria.

Alabo el tren pequeño:
dos vagones
de tablas barnizadas, con cristales
que cuadran los viñedos, con un timbre
de alarma que quizá no suene nunca,
con una mesa larga de Correos
donde clasificar las novedades,
con un furgón atrás para las cestas,
sin coches cama y sin más historias;
Lo manda un maquinista de Monforte,
lo atiza un fogonero de Monforte,
el revisor también es de Monforte,
Genaro es el cartero y es del Bierzo.
Dieciocho kilómetros diarios,
nueve y nueve contándole ida y vuelta,
para enlazar a tiempo con los grandes
expresos que conceden un minuto,
no es gran cosa, pero es la lanzadera
capaz de urdir la trama de los siglos,
pequeño tren de vía secundaria,
¡y a veces hasta fue considerado,
trayendo un premio gordo, o un ministro,
o el despojo de un duque recién muerto!
Te alabo, breve tren irrelevante,
pequeño tren, formado como tantos
hombres con vocación a la modestia,
y canto tu belleza subsidiaria.

Bibliografía:

García Calvo, Agustín (1981). Del tren (83 notas o canciones). Madrid. Lucina.

García Calvo, Agustín (1994). Progreso por ferrocarril. Regreso por carretera. Barcelona. Revista Archipiélago (18-19).

Pereira, Antonio (2022). Todos los poemas. Madrid. Siruela.

Lástima de nación. Lawrence Ferlinghetti

Lawrence en Caffe Trieste, San Francisco. C.M. Wiki Commons.

Nunca creas que la poesía es irrelevante en las épocas oscuras.


Imposible separar a Lawrence Ferlinghetti de su editorial y de esa mítica librería en San Francisco (California): la City Lights Bookstore. Poeta, editor y activista, Ferlinghetti escribe Pity the Nation en 2007, hacia el final del mandato de George W. Bush. Se trata de una versión contemporánea, una reescritura, de un texto del escritor libanés Khalil Gibran, publicado póstumamente en El jardín del profeta (1933).

Es la realidad social del momento la que otorga renovada vigencia, nuevos significados, a mucha de la (buena) poesía comprometida. La poesía no es una ocupación sedentaria, no es la práctica del «sentados, por favor». No caigas en la trampa del nihilismo -nos dice Ferlinghetti- aun cuando escuches el rugido de la nada.

Al estilo de Khalil Gibran


Lástima de la nación cuyas gentes son ovejas
y cuyos pastores les engañan
Lástima de la nación cuyos dirigentes son mentirosos
cuyos sabios están silenciados
mientras los fanáticos frecuentan las emisoras
Lástima de la nación que no alza su voz
salvo para ensalzar a los conquistadores
y aclamar al matón como a un héroe
que aspira a gobernar el mundo
mediante la fuerza y la tortura
Lástima de la nación que no conoce
ningún otro idioma más que el suyo
ni otra cultura más que la propia
Lástima de la nación cuyo aliento es el dinero
que duerme el sueño de los bien cebados
Lástima de la nación oh y lástima del pueblo
que permite que sus derechos sean erosionados
y que sus libertades sean arrasadas
Mi país, tus lágrimas.
¡Dulce tierra de libertad!


Compadeceos de la nación que acoge a su nuevo gobernante con fanfarrias y lo despide con gritos destemplados, para luego recibir con más fanfarrias al nuevo gobernante.

Khalil Gibran. El jardín del Profeta.

After Khalil Gibran


Pity the nation whose people are sheep
and whose shepherds mislead them
Pity the nation whose leaders are liars
Whose sages are silenced
and whose bigots haunt the airwaves
Pity the nation that raises not its voice
except to praise conquerors
And acclaim the bully as hero
And aims to rule the world
by force and by torture
Pity the nation that knows
no other language but its own
and no other culture but its own

Pity the nation whose breath is money
and sleeps the sleep of the too well fed
Pity the nation oh pity the people
who allow their rights to erode
and their freedoms to be whashed away
My country, tears of thee
Sweet land of liberty!



Bibliografía:

Ferlinghetti, Lawrence (2017). Greatest Poems. New York. A New Directions Book.

Pie para el niño de Vallecas de Velázquez. León Felipe.

El poema se publica por vez primera en Versos y Oraciones de caminante (libro segundo), 1929. Luego será incluido en su obra de exilio Ganarás la luz, 1943. Velázquez retrata a Francisco Lezcano, Lezcanillo; uno de esos bufones -gente de placer- que tenía para burla y diversión la Casa del Rey (Felipe IV).  Su imagen enfrenta a quien la observa con el concepto mismo de la dignidad humana.

El Niño de Vallecas. Diego de Velázquez. Museo del Prado

León Felipe escribe este poema como «pie» explicativo a El Niño de Vallecas. En el texto, de claras resonancias cervantinas, el retrato pictórico se convierte en símbolo de quien es víctima de la injusticia, del menosprecio y del olvido. ¿Cabe mirar para otro lado? ¿Abdicar de la responsabilidad humana? De aquí no se va nadie. No hay componenda que valga. No hay baciyelmo que sirva, Sancho. Hay que deshacer este entuerto. Entre Todos. Ni el escapismo del místico ni el del suicida son admisibles, nos dice el poeta.

Sólo a través del compromiso ético, sólo enfrentando moralmente la injusticia, podremos alcanzar -halo ya, no yelmo ni bacía- la utopía de la plena dignidad humana. Todos.

Bacía, Yelmo, Halo.
Este es el orden, Sancho…
De aquí no se va nadie.
Mientras esta cabeza rota
del niño de Vallecas exista,
de aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico ni el suicida.
Antes hay que deshacer este entuerto,
antes hay que resolver este enigma.
Y hay que resolverlo entre Todos,
y hay que resolverlo sin cobardías,
sin huir
con unas alas de percalina
o haciendo un agujero
en la tarima.
De aquí no se va nadie. Nadie.
Ni el místico, ni el suicida.
Y es inútil,
inútil toda huída
,
(ni por abajo
ni por arriba.)
Se vuelve siempre. Siempre.
Hasta que un día (¡un buen día!)
el yelmo de Mambrino
-halo ya, no yelmo ni bacía

se acomode a las sienes de Sancho
y a las tuyas y a las mías.
como pintiparado,
como hecho a medida.

Entonces nos iremos Todos

por las bambalinas:
Tú y yo y Sancho y el niño de Vallecas,
Y el místico y el suicida.

Autógrafo de León Felipe

Bibliografía:

León Felipe (2022). Versos y oraciones de caminante (libro II). Facsímil de la Ed. Instituto de las Españas en los Estados Unidos (Nueva York), 1930. Madrid. Visor.

Los regalos. Antonio Pereira.

Mi primera lectura del escritor villafranquino (Bierzo, León) Antonio Pereira fue una pequeña antología de relatos breves y poemas de la colección Calambur, un librito del que guardo, por diversos motivos, un valioso recuerdo. La antología incluía Afirmación de vecindad, uno de sus poemas más conocidos, pero no el que aquí se reproduce. Ambos forman parte de su primer poemario, El Regreso, publicado en 1964. Ambos han sido bellamente musicalizados por Amancio Prada.

La verdadera riqueza consiste en Amar. El regalo, cantarlo. A quien conmigo va y en mí reposa...

Me basta si esta rosa
que al fin ha de nacer inmaculada
se la puedo decir a quien me agrada

Para ti, amor, ¿qué podría
que no te haya dado ya?
Para mi tierra secana,
conchas donde suene el mar.
Para el pecho de los padres,
mi pecho sin nada más.
A mi hermano, la guitarra
más redonda de abrazar.
Para la iglesia una Virgen
de palo jacarandá.
Cintas para las hermanas,
pero a la pequeña, más.
A mi ciudad, mil cerezos,
bien hay donde los plantar.
Para mí no traigo nada.
Sólo la voz y el cantar.
Vedme las manos vacías,
rico de solemnidad.

Bibliografía:

Pereira, Antonio (2022). Todos los poemas. Madrid. Siruela.

Ángelus. Mario Benedetti.

Otro día que acaba. Sin cielo. Sin horizonte. ¿El destino era esto? Dejar que la vida transcurra, gotee simplemente, como un aceite rancio; y, lo que es peor, sin decirse la verdad a uno mismo, sin asustarse, porque nadie quiere pensar que se ha nacido para esto. Lo cuenta Mario Benedetti en sus Poemas de la oficina. Lo contaba Gloria Fuertes: Luego me salió una oficina…

Pobre Bartleby. No lo hagas. Ya es suficiente. Pobre Gregorio Samsa. Su caso no es único. Simplemente no nos miramos bien al espejo todas las mañanas. Reconozcámoslo.

¿Para ganarse la vida hay que perderla? Thoreau escribe en Walden: La mayoría de los hombres llevan vidas de tranquila desesperación. Más tarde advierte: el coste de una cosa es la cantidad de lo que llamaré vida que ha de cambiarse por ella, de inmediato o a largo plazo.

El cielo de veras, que no es este de ahora,
el cielo de cuando me jubile…
yo estaré un poco sordo para escuchar los árboles…
tal vez un poco viejo para andar en la arena.
Ese cielo habrá llegado demasiado tarde.

Quién me iba a decir que el destino era esto.
Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los ómnibus brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.
Aquí no hay cielo,
aquí no hoy horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.


Bibliografía:

Benedetti, Mario (2020). Poemas de la oficina. Madrid. Visor.

Hay quienes. Wislawa Szymborska.

Estimo mucho dos pequeñas palabras: «no sé». Pequeñas, pero dotadas de alas para el vuelo. 

Una vida ordenada. Todo en la disposición adecuada. Todo ajustado a lo requerido. Suscribirse a instrumentales verdades absolutas, sin hacerse demasiadas preguntas. Creer de una sola vez y ¡basta!

Bertolt Brecht, con una ironía probablemente del gusto de la poeta polaca, dejó escrito: Donde no hay nada en el lugar adecuado, hay desorden; donde en el lugar adecuado no hay nada, hay orden. Nada más ordenado que una habitación vacía. Que un corazón vací0. Que una vida vacía.

Hay quienes llevan a cabo la vida más hábilmente.
Tienen orden en su interior y a su alrededor.
Para todo la manera y la respuesta adecuadas.
Adivinan inmediatamente quién a quién, quién con quién,
con qué objetivo, por dónde.
Ponen el sello en la verdades absolutas,
arrojan a la trituradora los hechos innecesarios,
y a las personas desconocidas
a los archivadores destinados a ellas de antemano.
Piensan justo lo debido,
ni un segundo más,
porque tras ese segundo acecha la duda.
Y cuando los dan de baja de la existencia,
abandonan su puesto
por la puerta señalada.
A veces los envidio;

afortunadamente se me pasa.

Bibliografía:

Szymborska, Wislawa (2024). Hasta aquí (Poesía completa). Madrid. Visor.

Cavando. Seamus Heaney.

El primer poemario del poeta norirlandés Heaney, Muerte de un naturalista (1966), arranca con una composición espléndida: Digging, Cavando. Es la iniciática declaración de principios de un poeta joven. El reconocimiento de una deuda. Un sentido homenaje a sus raíces: a su tierra, la Irlanda rural y pobre, y a su padre. Todo lo que hice fue seguir su generosa sombra alrededor de aquella granja. Es también un bello homenaje a la escritura, una suerte de arte poética primordial: Ahondar más y más en busca de la turba buena.

Recreando la antigua idea de cultura como cultivo de la tierra, donde los versos son los surcos, el poeta de Derry deshace certeramente la pretendida separación entre el trabajo intelectual y los considerados humildes oficios. Porque también el trabajo de escritor es un trabajo con las manos, humilde, en todos los sentidos que esta palabra encierra. Cavará, sí, pero con la pluma.

Amor, yo perfeccionaré para ti al niño
Que diligente se afana en mi cerebro
Cavando con ancha pala…

Entre el índice y el pulgar
La regordeta pluma se acomoda; ceñida como un arma.
Bajo mi ventana, un limpio y áspero sonido
Cuando la pala se hunde en el terreno pedregoso:
Mi padre cavando. Lo miro desde arriba

Hasta que su tensa espalda por entre los macizos de flores
Se dobla y se endereza veinte años atrás
Agachándose al ritmo de los surcos de patata
Donde estaba cavando.

La bota gruesa encajada en la hoja, el mango
Contra la parte interior de la rodilla apalancado con firmeza.
Arrancaba las capas superiores, enterraba el brillante filo profundamente
Para esparcir las patatas nuevas que nosotros recogíamos,
Encantados con su fresca dureza en nuestras manos.

Dios mío, cómo manejaba el viejo aquella pala
Exactamente igual que lo había hecho su padre

Mi abuelo cortaba más turba en un día
Que ningún otro en el pantano de Toner.
Una vez le llevé leche en una botella
Tapada descuidadamente con un papel. Se enderezó
Para beberla, luego se inclinó de inmediato otra vez
Cortando y rebanando con esmero, lanzando terrones
Por encima de los hombros, ahondando más y más
En busca de la turba buena. Cavando.

El frío olor del mantillo de la patata, el chapoteo, el golpeteo
De la turba empapada, los secos cortes del filo
Sobre aquellas raíces vivas despiertan en mi cabeza.
Yo no tengo una pala con que seguir a hombres como ellos.

Entre el índice y el pulgar
reposa la pluma.
Cavaré con ella
.

Bibliografía.

Heaney, Seamus (1996). Muerte de un naturalista. Madrid. Hiperión.

Ángel González, dos poemas.

Oviedo. Parque de Vallobín. En recuerdo del poeta ovetense leemos, en la plaza que lleva su nombre, algunos de sus poemas.

El primero que se reproduce, El otoño se acerca (El otoño y otras luces, 2001), es una reflexión sobre el tiempo, un tiempo que pasa, que asedia el reducto de la vida. Poesía desde el crepúsculo: con la conciencia del extraordinario valor de todo aquello que empieza a escasear.

El segundo, Inmortalidad de la nada (Breve muestra de algunos procedimientos narrativos, 1976), contrapunto al tono elegíaco del anterior, nos recuerda -con clara influencia horaciana- que aquel momento vivido con plenitud, lo que ha ardido, todo lo consumado en el amor, estará ya siempre fuera del alcance destructor del tiempo. Al decir del poeta romano en sus Odas: lo que colmó el fugaz momento, cumplido está para toda la eternidad.

Aquella luz que iluminaba todo
lo que en nuestro deseo se encendía
¿no volverá a brillar?

El otoño se acerca

El otoño se acerca con muy poco ruido:
apagadas cigarras, unos grillos apenas,
defienden el reducto
de un verano obstinado en perpetuarse,
cuya suntuosa cola aún brilla hacia el oeste.
Se diría que aquí no pasa nada,
pero un silencio súbito ilumina el prodigio:
ha pasado
un ángel
que se llamaba luz, o fuego, o vida.
Y lo perdimos para siempre.

Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo.

Inmortalidad de la nada

Todo lo consumado en el amor
no será nunca gesta de gusanos
.

Los despojos del mar roen apenas
los ojos que jamás
—porque te vieron—,
                                        jamás
se comerá la tierra al fin del todo.

Yo he devorado tú
me has devorado
en un único incendio.

Abandona cuidados:
lo que ha ardido
ya nada tiene que temer del tiempo.

Bibliografía.

González, Ángel (2018). La primavera avanza. Antología. Madrid. Visor.

González, Ángel (1998). A todo amor. Antología personal. Madrid. Visor.