Cavando. Seamus Heaney.

El primer poemario del poeta norirlandés Heaney, Muerte de un naturalista (1966), arranca con una composición espléndida: Digging, Cavando. Es la iniciática declaración de principios de un poeta joven. El reconocimiento de una deuda. Un sentido homenaje a sus raíces: a su tierra, la Irlanda rural y pobre, y a su padre. Todo lo que hice fue seguir su generosa sombra alrededor de aquella granja. Es también un bello homenaje a la escritura, una suerte de arte poética primordial: Ahondar más y más en busca de la turba buena.

Recreando la antigua idea de cultura como cultivo de la tierra, donde los versos son los surcos, el poeta de Derry deshace certeramente la pretendida separación entre el trabajo intelectual y los considerados humildes oficios. Porque también el trabajo de escritor es un trabajo con las manos, humilde, en todos los sentidos que esta palabra encierra. Cavará, sí, pero con la pluma.

Amor, yo perfeccionaré para ti al niño
Que diligente se afana en mi cerebro
Cavando con ancha pala…

Entre el índice y el pulgar
La regordeta pluma se acomoda; ceñida como un arma.
Bajo mi ventana, un limpio y áspero sonido
Cuando la pala se hunde en el terreno pedregoso:
Mi padre cavando. Lo miro desde arriba

Hasta que su tensa espalda por entre los macizos de flores
Se dobla y se endereza veinte años atrás
Agachándose al ritmo de los surcos de patata
Donde estaba cavando.

La bota gruesa encajada en la hoja, el mango
Contra la parte interior de la rodilla apalancado con firmeza.
Arrancaba las capas superiores, enterraba el brillante filo profundamente
Para esparcir las patatas nuevas que nosotros recogíamos,
Encantados con su fresca dureza en nuestras manos.

Dios mío, cómo manejaba el viejo aquella pala
Exactamente igual que lo había hecho su padre

Mi abuelo cortaba más turba en un día
Que ningún otro en el pantano de Toner.
Una vez le llevé leche en una botella
Tapada descuidadamente con un papel. Se enderezó
Para beberla, luego se inclinó de inmediato otra vez
Cortando y rebanando con esmero, lanzando terrones
Por encima de los hombros, ahondando más y más
En busca de la turba buena. Cavando.

El frío olor del mantillo de la patata, el chapoteo, el golpeteo
De la turba empapada, los secos cortes del filo
Sobre aquellas raíces vivas despiertan en mi cabeza.
Yo no tengo una pala con que seguir a hombres como ellos.

Entre el índice y el pulgar
reposa la pluma.
Cavaré con ella
.

Bibliografía.

Heaney, Seamus (1996). Muerte de un naturalista. Madrid. Hiperión.

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