¡Qué cara tan hermosa y triste tiene esta muñeca!

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La niña de la muñeca de palo es quizá la mejor foto de Alberto Korda. Muestra con una ternura sin fin a una niña, una pequeñita campesina pinareña, abrazada a su “muñeca”: una madera envuelta en un pedazo de papel de periódico. La imagen se tomó en febrero de 1959 en Sumidero, pueblecito perdido entre mogotes de la provincia más occidental de Cuba. Sin duda, es un testimonio gráfico elocuente de cómo era la Isla en ese momento.

Viendo la foto, uno no puede por menos que recordar el cuento La rama seca (Historia de la Artámila, 1961), de Ana María Matute. La niña de esta historia, que apenas tenía seis años, se quedaba cerrada con llave en casa en época de siega en compañía de su “muñeca”, una rama seca envuelta en un retal.

Dos historias de supervivencia y de humanidad. En la foto vemos pobreza. En el cuento encontramos, además, soledad. También, en ambas, el poder de la imaginación, la inocencia y los sentimientos de unas niñas que demostraron que es amando las cosas como estas se hacen dignas de amor.

“Fue a la primavera siguiente, ya en pleno deshielo, cuando una mañana, rebuscando en la tierra, bajo los ciruelos, apareció la ramita seca, envuelta en su pedazo de percal. Estaba quemada por la nieve, quebradiza, y el color rojo de la tela se había vuelto de un rosa desvaído. Doña Clementina tomó a “Pipa” entre sus dedos, la levantó con respeto y la miró, bajo los rayos pálidos del sol.

—Verdaderamente— se dijo—. ¡Cuánta razón tenía la pequeña! ¡Qué cara tan hermosa y triste tiene esta muñeca!”. La rama seca. Ana María Matute.

Un comentario en “¡Qué cara tan hermosa y triste tiene esta muñeca!

  1. El arte de la fotografía reflejando la realidad de la vida. No se puede expresar mejor un sentimiento: esta preciosa niña nos habla con los ojos (de ilusión, de inocencia, de curiosidad…) y con los brazos (del amor por su «muñeca»), seguramente su más preciado bien. Es un momento único que el artista ha sabido captar para la posteridad y para nuestro disfrute. Igual que lo ha hecho Ana Mª Matute en su relato. Gracias por compartir ambos.

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