El Principito: Porque es mi rosa.

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El Principito es la narración, en 27 breves capítulos, de un proceso espiritual. Adoptando la forma de un cuento, el narrador refiere en primera persona su encuentro en medio del desierto del Sáhara con un misterioso niño, tras haber sufrido una avería durante una travesía aérea en solitario. Sabemos casi exactamente cómo era el niño y cómo su bufanda amarilla ondeaba con el viento del desierto. Porque Saint-Exupéry no solo escribió esta historia sino que hizo las ilustraciones de la misma.

La dedicatoria del libro (una de esas dedicatorias memorables de la historia de la literatura) nos da algunas claves: el autor dedica su obra a Léon Werth (al niño que fue), el mejor amigo que tiene en el mundo”, una persona que padece hambre y frío pero cuya mayor necesidad no es -contra lo que cabría esperar- alimento y abrigo. Esta persona tiene una gran necesidad de ser consolada”. Werth fue un ensayista francés que sufrió las consecuencias de la ocupación de su país por los nazis durante la segunda guerra mundial .

La cuestión no es si los niños serán capaces de entender el libro, la cuestión es si las personas mayores son capaces de comprender los libros para niños; porque todas las personas mayores han sido niños antes, pero pocas lo recuerdan.

El argumento parte de una reflexión retrospectiva del narrador sobre su propia infancia, en realidad sobre su propia vida. “Las personas grandes me aconsejaron que dejara a un lado los dibujos de serpientes boas abiertas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía, la historia, el cálculo y la gramática. Así fue como, a la edad de seis años, abandoné una magnífica carrera de pintor” […] “Tuve así, en el curso de mi vida, muchísimas relaciones con muchísima gente seria. Viví mucho con personas grandes. Las he visto muy de cerca. No he mejorado excesivamente mi opinión” […] “Me ponía a su altura. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas”.

Perdido y con escasos recursos para sobrevivir, se produce el acontecimiento: la aparición de un niño, procedente de otro mundo, un mundo pequeño e insignificante (el asteroide B612).

 La ética de ser frente a la de tener.

 Al Principito le ofende que se valore a las personas por lo que tienen y no  por lo que son.

“A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: ¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas? Pero en cambio preguntan: ¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre? Solamente con estos detalles creen conocerle”.

Y a continuación: Si decís a las personas grandes: He visto una hermosa casa de ladrillos rojos con geranios en las ventanas y palomas en el techo… no acertarán a imaginarse la casa. Es necesario decirles: He visto una casa de cien mil francos. Entonces exclaman: ¡Qué hermosa es!”.

En su periplo, el héroe literario descubre con disgusto el olor a podrido de los negocios.

“Conozco un planeta donde vive un señor muy colorado, que nunca ha olido una flor ni ha mirado una estrella y que jamás ha querido a nadie. En toda su vida no ha hecho más que sumas. Y todo el día se lo pasa repitiendo como tú: ¡Yo soy un hombre serio, yo soy un hombre serio!… Al parecer esto le llena de orgullo.”

En su encuentro con el hombre dedicado a las finanzas, el Principito le pregunta qué hace con todas las estrellas que posee. “—¿Que qué hago con ellas? Nada, solo las poseo”.

 Solo con el corazón se puede ver bien. Eres responsable de tu rosa.

Lo verdaderamente valioso no está fuera sino dentro de nosotros. “En tu tierra -dijo el Principito- los hombres cultivan cinco mil rosas en un mismo jardín. Y no encuentran lo que buscan”. Lo que da valor a las cosas es la relación que guardan con nuestros sentimientos, con nuestro corazón. “Solo con el corazón se puede ver bien”. Bello es lo que uno ama (Safo).

El capítulo XXI es verdaderamente delicioso. El tema central es el valor de la amistad y sus exigencias. Se trata de un pasaje antológico, esencial en el desarrollo de la historia. En particular esa conversación con el zorro al que el Principito ha llegado a “domesticar”.

Y cuando llega el día de la partida:

— ¡Ah! — dijo el zorro —, lloraré.

— Tuya es la culpa — le dijo el Principito —, yo no quería hacerte daño pero tú has querido que te domestique…

— Ciertamente — dijo el zorro.

— ¡Y vas a llorar! — dijo el Principito.

— ¡Seguro!

— No ganas nada.

— Gano — dijo el zorro — he ganado a causa del color del trigo.

El Principito habla de “domesticar”; es decir, establecer lazos profundos, querer y dejarse querer. “Solo se conocen las cosas que se han domesticado”. Dejar que te domestiquen puede hacerte sufrir pero, a cambio, te hace ver el mundo de una manera verdaderamente bella. “Si alguien ama a una flor de la que no existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas”.

— Vete a ver las rosas; comprenderás que la tuya es única en el mundo. Volverás a decirme adiós y yo te regalaré un secreto.

 El Principito se fue a ver las rosas a las que dijo:

— No son nada, ni en nada se parecen a mi rosa. Nadie las ha domesticado ni ustedes han domesticado a nadie. Son como el zorro era antes, que en nada se diferenciaba de otros cien mil zorros.

Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.

Las rosas se sentían molestas oyendo al Principito, que continuó diciéndoles:

— Son muy bellas, pero están vacías y nadie daría la vida por ustedes. Cualquiera que las vea podrá creer indudablemente que mi rosa es igual que cualquiera de ustedes. Pero ella se sabe más importante que todas, porque yo la he regado, porque ha sido a ella a la que abrigué con el globo, porque yo le maté los gusanos (salvo dos o tres que se hicieron mariposas) y es a ella a la que yo he oído quejarse, alabarse y algunas veces hasta callarse. Porque es mi rosa, en fin.

Y volvió con el zorro.

— Adiós — le dijo.

— Adiós — dijo el zorro —. He aquí mi secreto, que no puede ser más simple: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos.

—Lo esencial es invisible para los ojos —repitió el Principito para acordarse.

—Lo que hace más importante a tu rosa es el tiempo que tú has perdido con ella.

—Es el tiempo que yo he perdido con ella… —repitió el Principito para recordarlo.

—Los hombres han olvidado esta verdad —dijo el zorro—, pero tú no debes olvidarla.

Y precisamente porque esos lazos son únicos, el amigo o el ser amado es único, aun con sus defectos. “Es preciso que soporte dos o tres orugas si quiero conocer las mariposas”. Lo que da valor a la relación es lo que hemos hecho el uno por el otro, la historia común. Pero si estableces lazos también contraes una responsabilidad. “Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Tú eres responsable de tu rosa”.

Una vez más, el Principito acude a los niños: Solo los niños saben lo que buscan –dijo el Principito-. Pierden tiempo por una muñeca de trapo y la muñeca se transforma en algo muy importante, y si se les quita la muñeca, lloran”.

Desgraciadamente la amistad entre los hombre se ha convertido en bien poco, porque “como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos”. Es una desgracia ya que “es bueno haber tenido un amigo, aún si vamos a morir”.

Y es necesario darse cuenta de que todas nuestras acciones, por modestas que sean, tienen consecuencias. Sean cuales sean las probabilidades de éxito. “Tuve un gesto de desaliento: es absurdo buscar un pozo, al azar, en la inmensidad del desierto. Sin embargo, nos pusimos en marcha”.

Todos los personajes que van apareciendo a lo largo del libro son arquetipos humanos: la flor -el ser amado-, el zorro -el amigo verdadero y sabio consejero-, el vendedor de pastillas para apagar la sed -expresión de la mentalidad pragmática y consumista-, el farolero –el trabajador objeto-, el deshumanizado hombre de negocios…

La historia que cuenta Saint-Exupéry está llena de símbolos. Ella misma lo es en su totalidad. Se trata de una bella parábola sobre la amistad y el sentido de la vida. Aunque la obra contiene algunas enseñanzas morales y algunas preguntas magistralmente formuladas, su objetivo principal no es instruir sino apelar a las capacidades de todo ser humano para, mirando con el corazón, dar un sentido a su vida. Por eso su mensaje es imperecedero.

La vida del aviador ha recobrado al fin su sentido cuando el adulto salva al niño que en otro tiempo fue.

Y «para vosotros, que también amáis al Principito, como para mí, nada en el universo sigue siendo igual…».

Bibliografía:

De Saint-Exupéry, A. (2011). El Principito. Barcelona. Salamandra.

4 comentarios en “El Principito: Porque es mi rosa.

  1. Una exposición muy completa de esta obra maravillosa. Desde la dedicatoria inolvidable (a todos los niños grandes y pequeños), hasta el final esperanzado (podemos encontrarnos con el Principito en cualquier rincón del planeta). Pasando por el capítulo XXI, mi favorito (¡qué importante ser domesticado!). Los valores que defiende son tan actuales que parece escrito ayer mismo. Seguiré mirando al cielo por si veo su estela…

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